Quiero dar limosna y no sé cuál es la mejor forma de ayudar

¿Dinero, bocadillo o Cáritas?

Alfa y Omega (821) jueves, 21 de febrero de 2013

 

La Cuaresma es tiempo propicio para desprenderse de los bienes y compartirlos con el más necesitado. Pero existen dudas sobre cómo orientar esa limosna, para ayudar mejor al que tienes enfrente. ¿Invitarle a un café y a un bocadillo; darle dinero; llevarle a Cáritas? «No existe una fórmula mágica, aunque es recomendable ayudar de forma organizada», afirma el director de Cáritas Madrid. «Atender, mirar, hablar, también es una manera de dar limosna», añade doña Tíscar Espigares, de San Egidio Madrid

 

Era una fría noche del mes de diciembre. Al salir del trabajo, Miguel se encontró con un hombre de mediana edad, que se tambaleaba y desprendía un fuerte olor a alcohol.

–Mire, no le voy a mentir. ¿Me deja unos céntimos que me faltan para comprarme un brick de vino?

–No te doy unos céntimos, te doy más. Pero no para vino, que ya has bebido suficiente –contestó Miguel–. Razones tendrás para escudarte en el vino, pero no está bien que pongas en riesgo tu vida de esta forma. Si tienes hambre, vamos a una tienda cercana y te compro comida y bebida.

–Soy de Valladolid. Hace unas semanas me echaron de casa y llegué a Madrid. Duermo en la Plaza de los Cubos, donde a duras penas me han aceptado. Mi vida no tiene sentido, y me refugio en el vino porque es de los pocos amigos que tengo en este momento.

 

«¿Cómo reacciono cuando una persona me pide dinero por la calle? Yo quiero ayudarle. Si me pide, es por necesidad, porque pedir es muy duro. Pero, si le doy dinero y compra un brick de vino, puedo estar fomentando el consumo de alcohol, que no remedia nada; sólo le dará una vía de escape. ¿Estoy mejorando la condición de vida de la persona que mendiga dándole dinero, o contribuyo a fomentar el pillaje y la mendicidad?» Éstas, y otras preguntas rondan, en ocasiones, la mente y el corazón de muchas personas cuando se enfrentan a alguien que les aborda por la calle para pedir ayuda económica. Aumentan las dudas en Cuaresma, cuando uno, en su tú a tú con Dios, se plantea desprenderse de algunos bienes materiales para volver la mirada a Cristo sin interferencias mundanas.

 

Lo importante es ayudar

 

«No existe una fórmula mágica que pueda dar respuesta a cuál es la mejor forma de orientar la limosna; dependerá de la situación de cada persona –señala don Javier Hernando, Director de Cáritas Madrid–. Lo más importante es ayudar», aunque no está de más buscar el mejor modo de hacerlo en cada caso.

Doña Tíscar Espigares, de la comunidad de San Egidio, en Madrid, reconoce que «la respuesta exacta no existe, depende de lo que el Espíritu Santo inspire en cada momento». Añade que, por ejemplo, dar dinero «no tiene por qué ser malo. Hay mucha gente que, si no tiene hueco en un albergue para dormir una noche, necesita ir a una pensión para no morir de frío en la calle. Y con suerte, le cuesta mínimo 12 euros». Espigares, cuyo movimiento trabaja desde hace décadas con la gente que vive en la calle, conoce «muchas familias rumanas cuyos hijos, en su país de origen, viven de la limosna que los padres recaudan en Madrid ». Otros, «con el dinero recibido en el día, se van al locutorio a hablar con su familia».

Un buen primer paso, pues, puede ser la escucha: «Atender, mirar, hablar, es una manera de dar limosna», subraya Tíscar. Hernando, en la misma línea, propone que, si alguien pide dinero porque tiene hambre, lo mejor es invitarle a un café y un bocadillo en el bar de la esquina, «porque eso da opción a sentarse frente a frente, mirarle a la cara y escuchar su historia».

 

Como el Buen Samaritano

 

Hernando también propone, como orientación, la parábola del Buen Samaritano. Éste llegó hasta donde estaba la persona caída, y la vio: «El ejercicio de la mirada no solemos realizarlo con la profundidad necesaria; pasamos por la vida sin ver bien lo que pasa alrededor». Además, «se compadeció. Si no nos dejamos tocar por la situación que vemos, si no provoca en nosotros la compasión, es difícil que reaccionemos. Las figuras que precedieron al samaritano se dejaron llevar por sus prisas, ninguna se compadeció de la persona caída», continúa. En tercer lugar, el samaritano se acercó. «Son tres pistas sobre cómo orientar nuestra actitud hoy, ante la limosna: lo vio, se compadeció y se acercó».

Don Javier reconoce que, «muchas veces, emitimos juicios de valor sobre las personas, y la limosna no se puede realizar desde el juicio. Nos pueden engañar, sí. ¿Y qué?» A don Florentino de Andrés, párroco de San Bernabé, en El Escorial, le ha ocurrido en bastantes ocasiones; a veces se ha dado cuenta a tiempo, y otras no. Eso no le ha hecho desesperar ni desentenderse de quien le pide ayuda, pero sí ser más cauteloso: «Hace poco vino un hombre diciéndome que tenía a su hija enferma y necesitaba dinero para una medicina. Le pedí la receta, y no la tenía. Le pregunté dónde estaba su hija, y me dijo que en el hospital. Le dije que, en el hospital, estaría atendida; y que cuando le dieran el alta, viniera con la receta. Se enfadó mucho, y no ha vuelto». O la historia de «un hombre que está desde hace años en la puerta de la parroquia, y que por más veces que le mandes a Cáritas para que le ayuden, no va. Un señor le ofreció un trabajo, y otro un piso en Galapagar, y en ninguno de los casos se presentó».

Ante casos así, doña Tíscar Espigares reconoce que «es cierto que puedes encontrar a alguien que exagere, que lleve muletas para dar pena» y lo veas, «dos calles más allá, andando tranquilamente. Pero recuerdo las palabras de san Juan Crisóstomo, que decía a sus fieles algo parecido a esto: En vez de juzgarlos, avergüénzate de que tengan que mentir para mover tu compasión».

 

Caridad organizada...

 

Don Javier Hernando asegura que «personas con las que trabajamos me han llegado a decir: Estamos tan destrozados, nuestra vida ha sido tan dura... ¿Y nos quieren pedir que vivamos con sentido así, de la noche a la mañana? Están tan rotos que no saben cómo recomponer su vida. Hay que empezar por estar con ellos: y eso se puede realizar mejor desde los grupos y centros que se encargan de buscar soluciones».

Aunque cada situación requiera una respuesta concreta, «lo más recomendable –apunta– es ayudar de forma organizada, porque así se interviene en la historia de la persona de forma más global, lo que da ciertas garantías» de éxito. Aportar unos euros a alguien que pide  en la calle no deja de ser un desprendimiento, «pero no contribuye a realizar ningún proceso con esa persona». Y añade: «El dinero es mejor dirigirlo a través de grupos y entidades que merezcan confianza». Si uno quiere compartir, «que lo haga hasta que duela: no sólo con el desprendimiento del bien material, sino también interesándose en saber cómo trabaja esa organización, para garantizar que las aportaciones tengan el mejor fin posible».

Con esta propuesta está de acuerdo un párroco de un barrio madrileño con mucha mendicidad en la parroquia: «Yo a mis fieles les digo que, si realmente quieren ayudar, que lo hagan a través de Cáritas o a través de la parroquia, con un sobre o en el cestillo de los domingos –afirma–. Nosotros, a través del asistente social de Cáritas, escuchamos cada caso, conocemos el contexto de cada persona». El párroco reconoce que «hay muchísimos líos de mafias relacionadas con la pobreza en la calle, y uno nunca sabe qué hay escondido detrás». En la parroquia de don

Florentino, «hay un rumano que viene algún domingo a la Iglesia, y cuando llega aquí, los otros rumanos que hay le dicen cosas hasta que se va. Tienen las zonas repartidas».

 

... que funciona

 

María Teresa Álvarez lleva dos años de voluntaria en la Cáritas de la parroquia Beata María Ana Mogas, en Tres Olivos. «Cuando veo a la gente pedir en la puerta de la iglesia o del supermercado, les digo que ahí se van a sentir peor, es mejor que vayan a Cáritas». Y lo dice con conocimiento de causa. Desde que se incorporó como voluntaria, cuando el párroco decidió empezar a repartir alimentos, «llenamos el carro a la gente. Y es rara la semana que no viene una familia o dos más». Subraya también que «la gente que pide en la calle es una mínima parte de los que necesitan ayuda, que en general acuden más a Cáritas».

María Teresa y sus compañeros nunca dan dinero, sólo alimentos. 40 familias se benefician de esta ayuda, que reciben cada dos semanas. Los alimentos los aportan los fieles, que también donan dinero con el que se compra «pescado congelado, verdura, huevos, leche, patatas, salchichas...» Comprando así, logran una dieta equilibrada, y «nos cunde mucho el dinero». El seguimiento que hacen de las familias, además, permite «descubrir más necesidades: pañales, calzado para los niños... Por ejemplo, si necesitan un cochecito de bebé, el párroco manda un e-mail y en dos horas lo ha traído alguien». También tienen servicio de búsqueda de empleo, y el resto de necesidades se derivan a Cáritas diocesana.

Con todo, tampoco ellos tienen una garantía total de que la gente aproveche bien su ayuda: «Me temo que se nos escapan cosas, pero no es un obstáculo. Intentamos hacer un seguimiento», pero el mal uso que alguien pueda hacer «es cosa de su conciencia».

María Martínez / Cristina Sánchez